Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
MEMORIALES DE LAS INDIAS AUSTRALES



Comentario

MEMORIAL 5


En mucho cuidado me he visto puesto, Excelentisimo Principe, no debiendo qué orden tenerme para decir verdades que aprovechen a mi intención. Dios es el verdadero juez y sabe si mis deseos han sido y son de acertar, y cuán desamado y aborrecido y perseguido he sido por lo que he dicho, y por no me parecer bien ni verme en cosas desordenadas, más que yo muestro, en esta jornada pasaron; y por el bien común y doliéndome de toda aquella gentilidad que es donde llevo puesto los ojos, entendiendo el fruto que se puede conseguir de lo que aviso, olvidado de todo cuanto a mí dañar puede que arriesgue el bien propio, lo tenlo por particular interés y granjería. Yo quisiera me fuera posible igualar mi poco ingenio con aquella mi voluntad.



El Adelantado Alvaro de Mendaña salió, como queda dicho, en nombre de S.M., de aquesta ciudad de Lima, a la población y pacificación de aquellas partes, como a tal fui siguiendo a cuanto me ordenó, acompañando en todo sus trabajos en cuanto vivió, y su jornada se acabó. del todo y con ella su hacienda, yo la mía sin ningún fruto, porque se sabe lo (que) Dios y el discurso desta mostrara parte de la causa. Muchos y muy grandes han sido sus deseos de acertar, sino que se le pusieron delante muchas dificultades que no puedo hablar. Mucho quisiera poder satisfacer su partido y para el mío de mi parte ofrezco toda cuanta satisfacción se me pidiere de cosas que en la jornada han estado a mi cargo, así por informaciones que traigo hechas, como a nuevas dudas que se me podrán poner, y para la sustancia de todo lo que yo escribo, ofrezco lo propio, porque lo más esencial traigo probado.



A voluntades ajenas fui muy sujeto y necesario de hacer dellas propia mía; tuve la paciencia por compañera, conque vencí la parte que me tocó, que no fue poco que es lo que hice bueno, que lo más fácil es de hacer.



Siempre salió Diosa mi causa y favoreció mi partido: Mucho sufrí por venir a los pies de V.E., desnudo de mi provecho. A procurar mi crédito vengo, que es lo que más estimo, y el amparo que mis necesidades ha menester. Enemigos traigo; muéstrenlo porque lo son para que yo sea castigado como merecieren mis delitos, que muchos puedo yo mostrar suyos, y si no, muestren las obras, que yo a juicio vengo y audiencia pido.



Sembrado tienen culpa, pagándome mal cuanto me deben, de que no acerté las islas que se iban a poblar. Sobre aquesta intención mucho dijera y sólo digo que todo cuanto el Adelantado ordenó, y vocalmente mandó en su instrucción que d1ió, se hizo. El pudiera decir a dónde las islas que buscaba estaban, pues las descubrió; yo, el lugar a dónde por su muerte nos dejó a todos y saqué la nao por derechos caminos a Manila en salvamento, como lo traigo muy probado; a donde la gobernadora, su mujer, que le sucedió, confiesa esta verdad en una certificación suya que tengo, me mandó que la llenase.



Sólo me resta satisfacer al vulgo que no vido lo que pasó donde anduvimos y así lo que juzga y puede decir es muy a ciegas, y aún que esta dificultad es alta tengola por rasa, mandándome V.E. tomar cuenta de lo que tengo obligación darla, y siendo tal todo satisfecho, y sólo me falta hacerme V.E. merced de poner los ojos en mis cuidados a quien suplico cuan encarecidamente puedo se sirva de mandar leer este segundo papel y oirlo con el amor que merece.



Digo, Ecmo. Príncipe, que la forma que hacen la tierra y el agua sobre que los hombres andamos es redonda, y ya aprobada esta opinión por todos los antiguos y modernos, arrimándose a que con prespetiva todo cuerpo es pesado y denso, hace la sombra conforme a su figura y así en las eclises (sic) de la luna causadas por la sombra de la tierra, en ella se ve claro esta verdad por sus extremos cuando va creciendo o menguando el tal eclise.



En este redondo cuerpo se imagina una línea que se dice equinoccial, con sólo largura, sin anchura ni profundidad que lo ciñe y rodea, todo lo divide en dos iguales partes. La una se dice del norte, la otra del sur.



De aquesta equinoccial toman principio los grados, contando de uno hasta noventa, que es la mayor cantidad de latitud a cualquiera de los dos polos.



Ya de la parte setentrional es clara cosa estar descubierto y habitado hasta más de setenta y siete grados, y lo que resta a noventa, aunque se descubriera, no sé si se podrá poblar por su mucha frialdad, desigualdad del día y noche y otras dificultades, y es notorio que en muchas partes destas habitan los hombres dellas en cuevas y viven con artificio y tienen otra vida mala de pasar por el rigor de los tiempos. Todo lo demás es poblado y partes a donde de Dios y de sus grandezas se tiene larga noticia, y el no vivir los hombres dellos conforme lo que nuestra Santa Madre Iglesia Católica Apostólica Romana cree y tiene y manda, no está en culpa suya dellos.



Pero desta parte meridiano, a donde lo más della está por saber esta verdad, que no hay más descubierto que a cincuenta y cinco grados desta costa del Perú hasta pasar el estrecho de Magallanes, y treinta y cinco en que está el Cabo de Boa Esperanza, o cuarenta, poco más, en que se ponen las naos para montarlo.



Están dos puntas de tierra por costa y costracosta; están ya vistas y sabidas (resta ahora lo demás que falta para que dellas y del paralelo desta mar, rostro al poniente de diez doce grados para los forzosos noventa, y para que a todo cuanto desta redonda forma se pueda cudiciar se alcance de vista.



El Adelantado Alvaro de Mendaña, el año de noventa y cinco, yendo en seguimiento de su viaje a las islas de Salomón para poblarlas, que él dice estaban de siete a doce grados desta parte del sur y mil quinientas leguas de Lima, anduvo mil dellas y encontró cuatro islas pobladas de muy buena gente, y casi blanca, de que más largamente hago mención en la relación que di a V.E., presente de lo sucedido en aquel viaje, a que me remito.



Estas cuatro islas están en un muy largo y espacioso golfo, apartadas de toda otra tierra sabida, en altura de nueve o diez grados y mil leguas de la ciudad de los Reyes del Perú, y de leste oeste con ella toma de la cuarta del noroeste, y por esta razón están dentro de la tórrida zona, parte del sur, a donde son ciertos los vientos desde leste hasta el sueste, como lo son de la parte del norte, mismo golfo, desde leste hasta el nordeste, hasta que se sale de uno y otro trópico, a donde son ciertos los otros vientos que se dicen generales, y pues esto es verdad, síguese luego que de aquestas islas con el viento leste que es el viento que siempre vide avanzar (?) cuando hice aquella navegación, y en cuanto estuve en ellas no se puede navegar a las provincias del Perú, ni a Chile, por la contrariedad de tiempos, sino es subiendo a muchos grados de altura de la parte del sur, a donde forzosamente han de ir (a) buscar los dichos vientos generales; y para esto hay necesidad precisa de dos cosas, las cuales estos indios no tienen: la primera es navíos fuertes y despachados como los nuestros, o otros capaces para poder y navegar largamente, y barloventar, que es fuerza; la segunda es entender el arte de navegación y tener todos los instrumentos necesarios. Dejo aparte los basamentos, que no es el menor inconveniente pues habiendo estas faltas muy bien se puede entender que gentes tan inorantes, de tan poco arte, imposible es en ningún tiempo pasado ni presente, se hayan comunicado con las provincias dicha.





Estas cuatro islas están apartadas de toda la costa de la Nueva España, y de la que más cerca están son más de seiscientas y cincuenta leguas, y está entre las dos tierras la línea equinoccial, en medio, a donde son muy ciertos contrastes, calmas y borrascas que duran de cuatro a once grados, de una y otra parte, y es fuerza que en este paraje que gasten días en pasarle. Estas islas están norte sur con el cabo Mendocino cuarenta y un grados y medio y es la punta de tierra que de aquesta costa sale más al oeste; síguese luego que de aquestas islas con el viento leste que es el aire de la tierra, no se puede llevar la vía más de a la vuelta del nornordeste a la pura bolina, y con el abatimiento de agua y viento se viene a hacerse el camino cuasi del norte y según fuere el navío y tuviere fuerza el viento y pasada la equinoccial, con las condiciones que dicho tenga es cierto el viento lesnordeste y nordeste, con los cuales no se puede navegar sino es yendo a la vuelta del norte y del nornoroeste a la dicha bolina, y con su abatimiento se viene a hacer el camino del nornoeste y del noroeste; clara razón porque no se puede tomar aquella costa sino es yendo a buscar el altura de aquella parte del norte, y con ella los vientos generales para aferrarla, y pues esto es verdad síguese luego que por las dichas faltas bien se puede tener por cierta cosa que aquestos indios tampoco han sido comunicados con la gente de la Nueva España, como la del Perú.



Estas islas están apartadas de las islas de Santa Cruz, que son pobladas de gente negra y mulata, de ochocientas y cincuenta leguas más al poniente dellas y en su mismo paralelo, y la Nueva Guinea está más lejos, y más el Maluco y Felipinas, China, Japón y otras partes, y pues es verdad que aquestas islas quedan a la parte del levante de todas las dichas siendo levante el viento, tan imposibilitadas están de tratarse con ninguna de las tierras como las del Perú, porque la misma dificultad que hay de ir destas cuatro islas al Perú de las islas de Santa Cruz, y de las demás dichas islas a ellas (sigue luego que pues de todo lo que se sabe y está descubierto de esta mar del sur no se halla que aquestos hombres pueden tener navegaciones por las causas referidas, siempre con razón decir quien llevó aquesta gente a lugar tan remoto y apartado de toda tierra sabida con tantas faltas, tantas imposibilidades y a tan pequeñas islas).



Digo aquesto que de aquestas islas a la parte del sueste del sur del sudueste hasta casi el oeste todo está por descubrir y es negocio oculto, y del oeste al noroeste al norte al nordeste al este hasta el sueste, están las tierras que digo de Chile, Perú, Nueva España, con las demás islas de Santa Cruz... y sabemos por muy cierto de ser mar abierto porque dos navíos que han navegado salió del uno don Gonzalo Ronquillo a la ciudad de Manila, y el otro don Rodrigo de Córdoba a la ciudad de Mactán (?), pasaron por la de una destas islas y nunca hallaron a ningunas otras tierras en sus viajes, y lo mismo podré decir de los navíos que cada un año van y vienen de Acapulco a las islas Felipinas. También digo que el Adelantado, la primera vez que navegó a aquellas partes pasó por la del norte della, y nunca vado a ellas ni otras ningunas en su pasaje, y también yo soy testigo de vista de mi viaje.



Y por todas las razones dichas digo que piadosamente se puede creer que aquestas cuatro islas tienen de la parte del sueste por el sur hasta cuasi a el oeste otras islas o tierra firme que debe continuarse hasta hacer fin en otras tierras donde proceden, porque el uso de razón destos indios y sus embarcaciones citan a brevedad de navegación y no muestran ser más capaces que el navegar de isla a isla, avista una de otra y muy cerca porque cuando tuvieran lo que digo les falta o rastro dello, poderse ya entender que por alguna aventura aportaron al tal lugar.





Porque de aquestas islas yo no he visto ninguna otra tierra, más de solo a ellas cuatro vide con cuidado, algunas cosas cerca dellas, por ver si hallaba razón que me obligase a entender que aquestos indios navegan grandes golfos a largas vías y a lo que me persuadí es cuando salen de semejante lugar donde no alcanzan tierra de vista, se van marcando por la propia que van dejando hasta que la van perdiendo, y luego que la van dejando de ver alcanzan la otra de vista para donde van; a la vuelta guardan la misma orden en sus navegaciones, porque no osan perder del todo la tierra de vista, así la de a donde salen como la que van a buscar. Luego hay necesidad de tener y entender la aguja de navegar, y ésta no la tienen ellos. Y dejo la contradicción de vientos, desgarrones y aguaceros corrientes y otras causas que les pueden hacer perder sus derechos caminos, pues aquesto es cierto, muchas veces acaece a diestros y muy pláticos pilotos, pertrechados de todo lo que a esta gente falta.



Pues decir que se marcan por el sol, luna, estrellas; como me lo han dicho algunas personas graves, el sol no se ve de noche, sino de día; la luna bien se ve y se sabe la variedad. Las estrellas, luna y el sol no están siempre presentes y en un mismo lugar, pues es muy visto que en veinticuatro horas dan una vuelta a todo el globo, subiendo y bajando por el horizonte y pasando por todos los rumbos de la aguja, unas veces escuridados (sic), otras nublados, y cuando fuera todo posible, que no lo es por la misma razón ha de ser su navegación muy corta, lo que se puede andar en día y noche, o en noche y día, o poco más.



Aunque es verdad que gentes ignorantes pueden de una isla buscar una grande tierra firme, como sea cerca, porque ya que no dieron en una parte, darán en otra; digo que de una grande tierra o chica no se puede buscar otra chica sino es dichas condiciones.



Y porque también aumentan mi sospecha algunas cosas que en estas islas vide, y otras que cerca dellas noté y consideré, digo que en aquestas islas, en especial en la Dominica, había entre las demás algunos indios de color amulatado, y que los de Santa Cristina eran más blancos que ellos, pero que los de Madalena, a una mano, me pareció pareja en color y son más blancos que todos, y que habiendo diferencia de colores arguye cierta comu-nicación y trato con otra gente.



Y también gente tan blanca y tan dispuesta en tierra de tan poca altura, parece claro indicio que proceden de otra mejor que cerca debe estar, porque subiendo de grado a grado mejor y más blanca será, por vivir en mejores y más saludables temperamentos, que de aquesta razón buena experiencia se tiene, y en altura de diez grados como aquestos indios están desnudos y al rigor del tiempo, no sé yo se hayan hallado otros que con ellos corran parejas, ni con mucho lleguen a ellos sino unos indios por la mayor parte medianos, de malos gestos y de color muy moreno, como yo los he visto en el Perú, Tierra Firme, en Nicaragua, Nueva España y Felipinas, con todas las demás islas descubiertas en poca altura que yo haya andado.



Y también en aquestas islas vide la misma casta de puercos y gallinas de Castilla; la fruta grande que mucho tengo alabada, las nueces y castañas, cocos, plátanos, cañas dulces; la flor colorada. La misma orden en velas y canoas. Y pues esto es verdad, luego bien podré preguntar quien levó puercos y gallinas nunca halladas en descubrimientos de indios, y por donde todas estas cosas entraron allí.



Y esto digo que todas ellas vide en las Felipinas, isla de Santa Cruz, que está ochocientas y cincuenta leguas dellas, con las imposibilidades que están dichas de poderse navegar de las unas a otras.



Y porque no vide en aquestas islas árboles tan gruesos de que pudiesen hacer tan grandes piraguas como tienen, entendí y de trato (?) que las traían de otras partes a su tierra, y aunque no estoy bien acordado me parece que decían ellos así.



Y también vieron a un negro del Adelantado y mostraron de verlo, espantarse, y por señas nos dijeron que hacia la parte incógnita había gente como aquella y daban a entender que tenían flechas y que ellos en sus piraguas iban a pelear con ellos.



Y también los cocos que nos daban nos pareció que los traían de otras partes por estar muy avellanados y en su pueblo haber pocas palmas, y tener de nuevo sembradas algunas que empezaban a desbrotar, y fue razón que me pareció gente venida de poco allí, y se trató entre todos por cosa en que habíamos reparado, y si no es así, ya que estos indios están allí poblados de muchos tiempos atrás, yo no sé cómo se pudiesen conservar en tan pequeñas islas sin ser tratados y comunicados de otras partes sino es comiéndose unos a otros, pues se ve claramente que en una tierra muy grande apenas caben los hombres en ella y van siempre procurando otras a donde poder vivir.





Y si son comunicadas conforme las razones dadas, muy cerca deben estar de la tierra firme, y si hay tal tierra en el archipiélago de las Felipinas, o en la tierra del sur del estrecho de Magallanes, han de ir a parar a hacer su fin, porque aquí no se conocen otras partes donde a estas islas pudiesen ir los hombres que las habitan, sino fueron de milagro.



Pues si van por la una a otra o para ambas, prometen ser muchas islas y grandes tierras que quedan dentro de la tórrida y templada zona, paralelas de las riquezas del Perú y del Reino de Chile, tan abundantes de oro, y aún que es verdad que las tierras caídas debajo de un paralelo u otro clima no son por iguales partes buenas ni malas, es bueno que sus lugares sean estos antes de verse, que después bien puede ser que hagan ventaja a todas las demás de sureste oeste.



Ahora pregunto yo que toda aquella parte que hay de diez/doce grados de esta parte del sur hasta el Polo Antártico, si es tierra o agua, que aquesto bien se puede preguntar, pues, a ser forzoso Agua o tierra, considerándose la forma suya y las partes sabidas y por saber que viene a ser de circuito, de lo que no es navegado poco menos de cinco mil e quinientas leguas que parece mucho para aguas.



Y pues si hay algunas islas tierra firme, por las razones referidas no pueden dejar de ser muy largas y muy sendas antípodas de lo mejor de una Europa, Africa y Asia, partes que tienen en el globo el lugar que tienen de treinta a sesenta grados de su parte. Ha creado Dios los buenos e ingeniosos hombres sabedores del valor de las armas, letras y artes y lo demás político que tanto ennoblece y hermosea a la naturaleza, y también el temperamento más acomodado para ser de los hombres habitado, y la fertilidad y abundancia de todo lo que es menesteroso para el sustento suyo y de riquezas no pobre.



Así puedo con verdad decir que lo mejor de toda la tierra está por descubrir, porque lo bueno de Europa, Africa y Asia, que es lo mejor que se sabe descubierto y sabido de esta, y la América de nuestros tiempos (que) se ha descubierto ya se ve cuan destemplada es en muchas partes della, por abundar tanto de calor y humedad, ciénagas y pantanos, asperísimas montañas, pantanos y nieves, pelados cerros y gruesas serranías, y arenales vagos sin agua, desiertos y tierras anegadizas y otras cosas de muy poca comodidad, y tanto que si hay veinte leguas de buena y provechosa tierra, hay ciento de muy poco fruto, y las partes sazonadas y de buenos temperamentos que en sí tiene es por accidente y no por naturaleza, y las que en general son templadas es el Reino de Chile, por estar fuera de la tórrida parte del sur, y por la del norte, propia altura, del Nuevo México que ahora se ha descubierto, de quien cuentan y no acaban de contar.



Que hacerse el viento sueste y fijo después que salimos navegando destas islas más para el poniente parece que pone sospecha de haber tierra de aquella parte que llamó el viento, así porque hasta llegar a ellas por encima de la tierra del Perú, lo tuvimos siempre, y hallar aguaceritos en este propio paraje no es menos indicio della porque nunca en largos golfos los tuvimos.



Que antes de llegar a estas islas tuvimos por cosa cierta haber tierra por allí, porque demás de que cuasi se afirmaron los marineros que la fueron a ver, la pajarería, cardúmenes de pescados, bonanzas y otras señales que allí se vieron nos pusieron en cuidado que la había.





Ser el viento oeste y es/sudueste en la costa de Chile en tiempo de verano, que es tierra de más altura que el Perú, no es menos de entender que hay tierra por aquellas partes que echan vientos de sí y más bien, por lo que dije, el capitán Pedro Sarmiento de Gamboa en el discurso que escribió del viaje que hizo del Perú por el estrecho de Magallanes a España (54), pues dije que de cuarenta y tres grados para cincuenta halló vientos ponentinos, y los significa furiosos y frigidísimos, que acabarán con granizo y que no durarán más de dos o tres horas, razones parecen claras de no estar la tierra lejos de aquellas partes donde soplaran, y más decir que reinan a refregones y borbotones; estos tales nunca los hay sino a donde la tierra no está lejos. Y hallan los navíos que de Lima van a Chile, por donde agora se navega bien después de estar engolfados, palmas, pajarería, ramas, troncos y otras señales no ponen menos sospecha que hay tierra por allí, la cual, por encarecimiento, me decía Juan Fernández, piloto mayor de Chile y descubridor de esta navegación del Perú a Chile, que le cortasen la cabeza sino había cerca una gran tierra por las señales que vido en tantos viajes cuantos por allí hizo, y aún me daba a entender que la vido con sus ojos, y con pío y deseo de descubrir aquella parte, murió.



Y pues la tierra que Richarte descubrió (luego) que entró en la mar del sur, y don Beltrán de Castro le prendió el año de 94, que vido, y a mí me la mostraron tendida del este oeste de la parte del este del estrecho de Magallanes, altura cincuenta y un grados y medio, apacible de vista, y en ella muchos fuegos y humo, y pues la misma tierra que causa el mismo estrecho parte del sur; y la que los portugueses han descubierto navegando al oriente, al sudueste del cabo de Boa Esperanza, altura cuarenta y dos grados más y menos, llamada tierra de fuegos ; y pues las islas de Salomón que el Adelantado Alvaro de Mendaña descubrió año de setenta y ocho, y tierras grandes y muchas dellas no vio fin. Y pues la Nueva Guinea, la costa que llaman de los papúas, junto al Maluco, la costa de la Cachina con las islas que ahora descubrimos y otras muchas que dejo de decir, cuyos remates de algunas no se han visto ni saben a donde van a parar, y todas son parte del sur.



Y para prueba y conclusión de todo lo que he dicho tengo que ninguna de cuantas islas se han hallado en todos los mares del mundo no estuviesen muy engolfadas, estaban pobladas ni con rastro de que jamás lo fueron sino desiertas, y sin hombre humano (!) que las pisase, sino en las que estaban arrimadas de la tierra firme o pegadas a otras solas que iban encadenando de una en otra hasta parar muy cerca.



Y las que yo sé que más engolfadas están, pobladas son las islas de los Ladrones, y esas, se tiene por cierto, van a parar en el Japón, en cortas distancias de unas a otras, y todos los viajes que por allí se hacen, encuentran islas, y yo también encontré a cuatro dellas.



Hago ejemplo de las islas Terceras, de la Madera, Cabo Verde y otras del océano Atlántico, que por estar en golfo las hallaron solitarias y sin rastro de población; y las islas de Canaria por estar a vista de tierra firme de Africa, se hallaron habitadas con la gente que se sabe.



Y pues si aquestas islas, con estar tan vecinas a tierras de gentes a quienes es tan antiguo el saber navegar, estuvieron tanto tiempo ocultas y despobladas, y tan poco tiempo se han descubierto, que diré destas islas ahora halladas en largo golfo, pobladas de gentes ignorantes, y todas las de aquellas partes tales que no se atreven como yo he visto apartar de la tierra sólo dos leguas. Dejo las islas del mar Mediterráneo y las demás arrimadas a las cinco provincias de Europa, Africa, Asia, Perú y la Nueva España, y todas las demás agregadas suyas, y estas tales por la vecindad se entraron en ellas sus pobladores y ninguna hallo yo pobladas que estén distantes cien leguas, y las que lo están desiertas como la figura muestra; y ceso, arrimándome al parecer de don Alonso de Arcila que, parece, en esta octava cifra lo que yo en mucho puedo decir:





Ves las manchas de tierra tan cubiertas

que pueden ser apenas divisadas,

son las que nunca han sido descubiertas

ni de extranjeros pies jamás pisadas,

las cuales estarán siempre encubiertas

y de aquellos celajes ocupadas,

hasta que Dios permita que parezcan

porque más sus secretos se engrandezcan.



Puedo en verdad decir, señor excelentísimo, que la vista de aquellas cuatro islas y las demás tierras dichas y las razones dadas, están a mi deseo habiendo señas, y han criado en mí una sospecha tan continua que me han puesto en codicia de saber si las crió Dios sólo allí, y persuadido a mí, para que la comunicación de otras cercanas tierras debe de ser la causa; considere si sale verdadero mi cuidado el número tan grande de almas que fuera del rebaño de Dios, el demonio enemigo suyo impío en ellas repastava y en posesión tan antigua, tan seguros a falta de quien se la quite estaban, vínoseme a la memoria los muchos trabajos, peligros y desgracias pasados, las obligaciones propias y necesidades forzosas, el ir con duda y muy larga esta demanda y las dificultades muchas que romper y otras cosas de no menor fuerza que éstas, y con la memoria de todas ellas mi deseo no para, porque yo puse los ojos en Jesús Crucificado y en toda su vida y pasión, y bien vide que siendo verdadero Dios, por el amor que tiene a los hombres, por su rescate y remedio, bajó del cielo a la tierra y se hizo verdadero hombre y dió su vida por la salvación de los hombres.



Y que éste es negocio del servicio de Dios y es causa suya que basta, y que teniendo efecto será la Divina Md. de Dios S.C. s., conocido, creído, honrado y servido de aquellas incónitas gentes que no conocen a su Creador, y el camino del cielo será sabido de aquellos que tan usado tienen el del infierno, y el demonio que en aquellas partes está robando la honra de Dios, de quien es toda y a quien se debe, será desposeído y desterrado a su merecido lugar, quitándole de las manos lo que no es suyo ni crió.



Tampoco se sabía de este Nuevo Mundo en que estamos y por solo noticia confusa que tuvo Cristóbal Colón, esta tierra que estuvo tantos atrasados tiempos oculta, viviendo los naturales della en las tinieblas de sus errores, se descubrió y pobló, y cuántas gentes della han recibido nra. sta. catca. fe tan bien como se ve y se sabe, y que la enriquecida tierra es ésta de tantos edificios santos que ha poco fueron huacas y oratorios de idólatras y gente gentílica, que a los hombres den ciento en ciento, sacrificaban al demonio; hoy son, por la misericordia de Dios, iglesias sagradas y conventos llenos de sacerdotes y religiosos, todos dedicados a Dios, a donde tan ordinario y con frecuencia es muy servido, y los demás frutos que en ellas se han cogido y cogerán en venideros tiempos. Estos son grandes tesoros, excmo. sr., que sin principio estuvieron, que yo como envidioso de todos ellos quisiera se trasplantasen en aquellas partes otros tantos y con mejoría.

Este es negocio del servicio de S.M. y podría ser fuese como ha sido el destas tierras y como dicho tengo también, aquellas toman mucho de la tórrida y templada zona, gozan de los mismos climas y paralelos, y está mucho por descubrir y ha de ser tierra o agua, que no se aventura menos de haber otro tesoro y mundo a las manos, como se hubo en este segundo que pisamos, a donde casi por no tener ya en qué ocuparse, hay tantos baldíos desacomodados y tan sobrados españoles, y tantos deseosos de seguir aqueste intento.





Considere que pues Dios me había escapado (?) donde tantos acabaron y me ha traído a este reino con salud, pasando por las puntas de tan rigurosas amenazas y me ha dado un poquito de conocimiento de cosas, y con este buen deseo vine, que me ofendiera mucho dejar de hacer las diligencias que he hecho, y de hacer hasta que V.E. del todo sea avisado, y de lo que digo, certificado con aquestas informaciones que presento, y yo descargarme de lo que por cargo estuviera haciendo otra cosa; y así cumplo con Dios, con el Rey SC. Sr., con V.E. y con el vulgo. Y si V.E. fuere servido darme un navío de sólo sesenta toneles, pertrechado de todo lo necesario, y cuarenta hombres todos marineros, yo me ofrezco en el nombre de la Santma. Trinidad, y de S.M. de ir a descubrir por los rumbos que más convienen a las tierras de mi sospecha, a cuatro fines y muy principales cada uno dellos:



Y cuanto al primero digo que es ver tierra y saber qué tierra y en que altura está;



El segundo, que siendo hallada se traiga, cuanto más posible fuese, descrita en sus verdaderos sitios, así en longitud como en latitud, para cuando sea menester se busque y se halle, y no ir a ciegas a negocios que cuestan tanto y en que va tanto;



El tercero, por más acertado, ir a descubrir con poca gente, que no poblar con mucha, no bien sabidas partes, cargadas de mujeres, niños y otros estorbos, por los conocidos daños que desto puede venir, como los que yo he visto;



El cuarto, porque de la ida se puede llevar sabido si al Perú se puede volver por la parte del nordeste, por ser negocio trabajoso y muy largo para esta tierra.



Cierto estoy que V.E. está cierto que no soy movido de la seguridad que el dudoso caso promete en nada, que muy acordado estoy de tantos pasados trances, y de las furias de vientos, hinchadas ondas y tempestades de tanta alteza, pero conozco lo mucho que puede el Señor de cielos, tierra y mar, en quien sólo está puesta mi esperanza (este negocio es de salvación de muchas almas, que cuanto más breve fuere, mayor será el bien, el tiempo muy oportuno por estar el sol desta parte y yo muy presente). Es grandeza y grandeza para la de V.E., que es persona cristianísima, y mi demanda justa, y si V.E. me concede aquesta merced que pido, y siendo el Señor servido de amparar la por causa suya encaminarme, llevarme y traerme como yo fío de su bondad, habrá V.E. hecho la más famosa causa que de descubrimiento el tiempo tiene en este nuestro, ni en otros por venir, por ser el de más cantidad; y si aquestos deseos míos, en el acatamiento de V.E. tienen algún merecimiento supremo, a V.E. los favorezca, estimandolos que de Príncipes es ayudar a los que tan poco pueden como yo para que otros se animen a intentar cosas tan arduas y dificultosas cuanto lo es ésta.